martes, 28 de junio de 2011

Nómada...

Las batallas se libran solas, en la soledad de la muerte y con los corazones cerrados. He peleado..., sin saber que las nubes se cargan de lluvia y sapos encantados. Lo surreal de mi vida es hoy una fértil estepa en mi habitación de ramas.


Hoy me he disfrazado de guerrera para batallar con la paz y he invocado a los animales salvajes que susurran perlas y no mienten cuando cantan. Reunión de bestias calmadas, vidrieras rotas de una catedral barroca, amantes abandonados sin miedo al amor, estrellas fugaces llenas de deseos, rios sin cauce con peces reptil, planetas desterrados riendo y llorando, nuevas constelaciones sin nombre humano, piezas de un juego roto inventando reglas al revés, bocas sin besos llenos de sonrisas, hombres sin horizonte que se trazan verticales, buceadores sin oxígeno con coral entre los dedos y mil bestias más se han unido a la fiesta del éxtasis sin tapias.


No esperaba tanta hambre, tanta mirada inquieta; salieron todos de la sombra, iban desnudos, con las manos manchadas de pigmentos de tierra y sin corbata.


Y bailando en la noche, queriendo dejar de ser mujer rota, abrí mi boca y sellé mi cueva. Hoy seré una nómada manchada y saltaré a la comba. Hoy no habrá vanas esperanzas ni cartas rotas, hoy bailaremos sin saber si el amanecer llegará a nuestras casas de roca.


Y mil miradas cruzadas y un barco sin agua disfrazado de barca será el lecho para una patria nunca hallada.


Sentir no es para los cuerpos de lata; nosotros somos de carne, de piel sensible y creaciones de musgo y ramas. Y no pedimos nada.


Sabemos construir trampolines y nadar sin agua, sabemos hacer poesía con un silencio y alguna hoja moteada.


No queremos protocolos ni audiencias ordenadas, no queremos grises ni trajes, no queremos miedo a la vida ni ganar ni perder nada.


La plata de nuestros dedos ha quedado enlazada y brilla la piel, parece que no va a amanecer, el día nos regala su tiempo oscuro, sin apenas hiel.


Quedas invitado a la fiesta de los nómadas abiertos a rozar su piel, quedas invitada a traer tu dolor y convertirlo en lluvias de cascabel. No avises, no grites, sólo ven.


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