domingo, 5 de junio de 2011

Posada del alma









La muerte llega y mis manos dibujan resurrecciones suaves. El rocio de mis tactos despierta a susurros de aliento los latidos invernados.



El destino no está escrito, amor, somos poetas de los caminos y desplegamos silencios para no despertar el avismo insoportable de las carreteras que han sido trazadas para huir.



No busques artificios en tu regreso, disfrazarse de vergüenza o de descaro es enredar lo sencillo. Quítate el disfraz de hombre de piedra, cuélgalo donde se deshielan los corazones.Llama a mi puerta y se abrirá despacio. En las entregas sagradas el miedo se viste de temblores y miradas esquivas; entiendo su lenguaje y el de las presas abatidas.



Cuando no estas, te dibujo y reconstruyo, te siento en mi vientre a contar rosas y escribo sauces que ondulan su pelo sensuales sobre tu pelo negro. Estoy aquí.



El país de las ausencias es el fértil espacio de las verdades. Allí aún se escriben cartas con la tinta de las cerezas abiertas. Y las pieles hablan en la noche y se inventan palabras nuevas y ligeras como pompas de jabón que aún hemos de decirnos y recorridos extravagantes para nuestro cuerpo sensible. Ese es nuestro país.



Reposemos el uno en el otro, como raices que beben de un mismo manantial-océano. El descanso va a llegar, está caminando con nuestros nombres en las pupilas, buscándonos. Viento y caída, libertad y jardines por reconstruir.



Entiendo tu pérdida y la mia, sé de caballos desbocados y bestias amaestradas, de desiertos y escaleras viejas. Sé de la duda y el desván vacío de vida. Y sé de los regresos y las dunas cambiantes. Sé del movimiento.





Danza conmigo, ven a mi sur, la ciudad se está despertando y no hay nada que me impida salir a buscarte en la noche del alma.














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